El Eclipse de lo humano: Michael Tooley y el infanticidio

Cuando la vida humana deja de ser reconocida como valor en sí misma y pasa a depender de condiciones subjetivas o funcionales, el terreno queda abonado para su exclusión. Uno de los filósofos contemporáneos que más radicalmente ha defendido esta idea es Michael Tooley, académico estadounidense formado en Princeton y conocido por sus polémicos artículos sobre aborto, infanticidio y eutanasia. Su tesis principal puede resumirse así: no toda vida humana es digna de protección moral. Y, por tanto, el aborto, el infanticidio e incluso la eutanasia en ciertos adultos sanos pueden estar justificados.

En su artículo canónico “Abortion and Infanticide” (1972), publicado en la revista Philosophy and Public Affairs, Tooley afirma: “Un individuo tiene un derecho serio a la vida solo si es capaz de desear continuar existiendo como sujeto de experiencias y otras condiciones mentales” (Abortion and Infanticide, 1972, p. 45).

El argumento es claro: solo puede ser portador de derechos quien posea autoconciencia y deseos conscientes respecto a su continuidad personal. Por eso, para Tooley, ni el feto ni el recién nacido pueden ser considerados personas en sentido pleno. La consecuencia lógica —que él mismo no rehúye— es que el infanticidio no es moralmente erróneo en sí mismo, al menos en sus primeras etapas.

“No se puede sostener consistentemente que matar a un feto es permisible, pero que matar a un recién nacido no lo es. Las diferencias relevantes simplemente no existen” (p. 51).

Esta radicalización del planteamiento utilitarista de Peter Singer lleva a Tooley a defender también formas de eutanasia activa en adultos que, aunque lúcidos, carezcan de un “interés proyectivo en el futuro”. La vida humana, para él, no es valiosa por lo que es, sino por las capacidades que actualiza: deseo, conciencia, racionalidad. Fuera de eso, no hay valor inherente.

Tooley sistematiza su posición en Applied Ethics (1999), obra donde sostiene que una sociedad racional debe poder reconocer que la vida biológica no es sagrada y que el respeto universal a la vida humana es una superstición de raíz teológica que debe ser superada:

“La atribución de valor absoluto a la vida humana refleja una visión metafísica infundada. No toda vida es preferible a la muerte” (Applied Ethics, p. 79).

Esta lógica ha permeado silenciosamente muchos de los debates bioéticos contemporáneos. Las legislaciones sobre aborto extendido, la aceptación social del infanticidio como ‘muerte perinatal’ y los proyectos de eutanasia sin sufrimiento terminal, tienen en Tooley uno de sus fundamentos filosóficos más coherentes y peligrosos.

En Chile, el debate sobre la ampliación de causales de aborto, la despenalización del infanticidio por omisión (como en algunos casos de recién nacidos abandonados) y la legislación sobre eutanasia, encuentra en el pensamiento de Tooley un correlato intelectual. Aunque rara vez se lo cite directamente, sus ideas circulan bajo los lemas de “autonomía”, “libre desarrollo” y “vida digna”, frecuentemente defendidos por sectores del progresismo en Chile.

El proyecto de eutanasia actualmente en discusión en el Congreso chileno, así como propuestas para eliminar sanciones por “interrupción del embarazo” hasta las 24 semanas o más, son expresiones normativas de la tesis de Tooley: que la vida no es bien incondicional, y que el Estado puede decidir —con criterios funcionales— cuál merece ser protegida y cuál no.

Frente a esta concepción contractual y funcionalista de la persona, varios autores han denunciado las
consecuencias lógicas y morales del planteamiento de Tooley.

El jurista Robert P. George, en Embryo: A Defense of Human Life, sostiene:

“Si aceptamos que solo quien manifiesta funciones mentales complejas es persona, debemos admitir que también algunos adultos inconscientes, discapacitados o en coma podrían ser tratados como no-personas. Es una lógica inhumana e insostenible” (Embryo, 2008, p. 89).

Por su parte, el filósofo Francis J. Beckwith en Defending Life critica a Tooley por su inconsistencia: “Tooley no puede justificar por qué el deseo de seguir viviendo debería ser la única condición moralmente relevante. El deseo es contingente, pero la dignidad es inherente” (Defending Life, 2007, p. 142).

Desde hispanoamérica, el jurista Jorge Nicolás Lafferriere ha denunciado que:

“Las tesis de Tooley, aunque disfrazadas de neutralidad ética, responden a una lógica utilitarista que abre la puerta a prácticas eugenésicas y discriminatorias” (Bioética y Persona, 2016, p. 57).

Todas estas críticas convergen en una idea esencial: que la dignidad no puede depender del deseo, ni la vida humana deba ser protegida solo cuando resulta deseada. La persona es más que sus funciones, más que sus proyectos, más que sus condiciones.

Sin embargo, es desde la perspectiva biográfica y vital, la maternidad – la mujer cuidadora amorosa de la vidaen donde encontramos los argumentos más profundos, acerca de la promoción y valor de la vida del niño recién nacido con malformaciones severas. Karen Palmer, médico psiquiatra, escribió en 1994 un hermoso testimonio sobre la experiencia que significa para los padres recibir la bella noticia del anuncio de un hijo, pasando luego por la pena al saber que la frágil salud de su pequeña hija conllevaba posibilidades ciertas de no sobrevivir. Llegaron, finalmente, a la serena aceptación y afirmación gozosa de la pequeña Jennifer, a quien recibieron, lloraron y despidieron como todo ser humano merece. El testimonio de Karen no requiere más que la lectura:

“¿Por qué cuento esta historia? Simplemente para mostrar qué siguió a las decisiones que tomamos. Quizá lleve a algunos a replantearse si la interrupción del embarazo es realmente la mejor forma de cuidar a los padres de un feto con discapacidad severa. Desde la muerte de Jennifer, hemos mirado atrás y considerado aquellos meses de embarazo como especiales, porque ella estuvo con nosotros. Podemos dar gracias por ella y llorarla como una hija muy querida y para siempre ausente de nuestra familia. Pudimos tener un funeral para celebrar su vida y rendirle homenaje. Podemos visitar su tumba, dejar flores, plantar bulbos. Podemos hablar de ella. Si tenemos otros hijos, les hablaremos de
su hermana mayor. Podemos hacer todas estas cosas que ayudan a aliviar el dolor de la pérdida.” (Pace and Paine
1994, p.279.)


Si el testimonio de Karen Palmer, hace brotar lo mejor de la persona. El de Gianna Berett Molla, médico al igual que Karen, nos enseña hasta que punto la persona es capaz, por la fuerza silenciosa del amor, de dar incluso la vida por un hijo. Pues, Gianna Beretta, en 1962 eligió conscientemente preservar la vida de su hija aún no nacida, a sabiendas de que ello implicaba el riesgo —finalmente cumplido— de perder la suya. Algunos días antes del parto, en una carta a su esposo escribió: “Si tuvieras que decidir entre mí y el niño, no lo dudes: elige —te lo exijo— al niño. Sálvalo.”

Y así fue. Gianna, murió siete días después del parto y dio a luz a Gianna Emanuela, el 21 de abril de 1962, un Sábado Santo. La vida, aquí, no es un concepto abstracto ni una proyección futura de deseos, sino un amor encarnado, y por quien vale la pena ofrecer la propia existencia.

Frente a la lógica excluyente de Tooley, emerge la defensa de la vida como don, como vínculo, como misterio compartido. Una sociedad verdaderamente humana no es la que clasifica vidas por su productividad, sino la que reconoce en cada ser humano —desde su concepción hasta su muerte natural— un sujeto de acogida y cuidado amoroso.

La cultura del descarte necesita filósofos como Tooley para justificarse. La cultura de la vida y del amor, de mujeres valientes y heroicas, como Karen Palmer o Gianna Beretta.

Bibliografía

  • Tooley, Michael. “Abortion and Infanticide”, Philosophy and Public Affairs, Vol. 2, No. 1 (1972),
    pp. 37–65.
  • Tooley, Michael. Applied Ethics. Belmont: Wadsworth, 1999.
  • George, Robert P.; Tollefsen, Christopher. Embryo: A Defense of Human Life. New York: Doubleday, 2008.
  • Beckwith, Francis J. Defending Life: A Moral and Legal Case Against Abortion Choice. Cambridge University Press, 2007.
  • Lafferriere, Jorge Nicolás. Bioética y Persona. Buenos Aires: EDUCA, 2016.
  • Palmer, Karen. “Peace And Pain.” BMJ: British Medical Journal 309, no. 6949 (1994): 279–279.
  • Juan Llorens, Vicente Rafael. Santa Gianna Beretta Molla: vida y novena. Ediciones V.J. 2007.

Santiago del Nuevo Extremo, 22 Junio del 2025. Fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.

El Autor:

Juan Carlos Aguilera P.
Dr. Filosofía y Letras. Universidad de Navarra.
Catedrático de Filosofía. Director de Empresas Familiares.
Fundador del Club Polites.
Contacto: 569 91997881.

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