La paz social

La paz social es, sin duda, desde la rebelión del 18 de octubre del 2019, uno de los grandes temas en discusión en la sociedad chilena. Se la ha invocado en acuerdos políticos y en declaraciones solemnes, acompañada de la promesa de una nueva Constitución o de la urgencia de orden social. Sin embargo, reducir la paz social a la mera ausencia de vandalismo o de violencia callejera y en casos extremos de terrorismo y crimen organizado, impide comprender de qué estamos hablando y por consiguiente quedamos inhabilitados de dotar o implementar los medios que permiten restablecerla.

La paz social no es simplemente que no haya violencia y desorden. La paz social es un bien, como lo es la salud en una persona. Así como la enfermedad es la carencia de salud, el desorden, el desgobierno y la violencia son la carencia del bien de la paz. En este sentido la paz social es la salud de la sociedad. Una sociedad sana, es una sociedad en la que impera la paz. Y tal como la salud, es algo que no valoramos hasta que la perdemos.

¿De qué depende, entonces, la paz social? La paz social puede ser comprendida desde dos perspectivas complementarias: la antropológica filosófica y la filosófico política. Pues, uno solo es el hombre que la experimenta y la vive a nivel familiar y en la sociedad política.

Una primera aproximación a la paz requiere considerarla junto a otros dos bienes humanos fundamentales como son la seguridad y la libertad. Tal como enseño el maestro Rafael Alvira la triada, libertad, seguridad y paz, son inseparables. Pues, la seguridad comparece como el gozne que articula la libertad y la paz. La articulación o plexo de relaciones de los bienes de la libertad, seguridad y paz, tiene como fundamento el primer principio del republicanismo clásico cuyas raíces las situamos en los albores de la sociedad occidental: el hombre es un ser social por naturaleza.

Quienes sostienen que la seguridad es una especie de enemiga de la libertad, lo hacen desde una visión antropológica individualista. O sea, sin considerar que el hombre es un ser social por naturaleza. No hay incompatibilidad entre seguridad y libertad, pues sin ellas no hay paz. Desde una perspectiva antropológica el primer lugar en el que experimentamos la seguridad y la paz, como es evidente y obvio, es en el vientre materno, el palacio de la vida. “El primer hogar de todo ser humano es el vientre materno y el hogar familiar es una extensión del vientre materno”. “libertad y paz quedan articuladas en el concepto de seguridad que es lo que experimentamos de modo radical y existencial en el vientre materno y luego en el hogar familiar”. “En efecto. La libertad y la paz desde la seguridad del amor materno y paterno es lo que experimentamos en nuestros primeros nieve meses de vidad”. Y es en el hogar familiar en donde vivimos dichos bienes. El hogar familiar, es el lugar en donde se guarda y protege el bien más importante que no es intercambiable por tener un fin en sí mismo: la persona.

En el hogar familiar, fruto de la sociabilidad humana vivificada por el amor, encontramos el lugar de la seguridad. Seguridad radical que tiene como fundamento la confianza originaria. Confianza originaria que es fruto de la aceptación y afirmación gozosa de nuestra existencia o en palabras de Josef Pieper: ¡es hemoso que tú existas!. De este modo, encontramos el suelo nutricio para que se despliegue la libertad personal y se coseche la paz, tanto personal como familiar. En un ambiente de confianza, seguro, podemos adquirir una de las virtudes fundamentales para vivir la libertad y la paz a nivel personal, es decir la armonía de las tendencia más íntimas de nuestro ser, la templanza, sin la cual, el desasosiego interior se expresa en un carácter conflictivo y violento que hacen imposible la paz.

Desde una perspectiva antropológica, la familia es la primera protagonista y sede de la paz, inseparable de la seguridad y la libertad. Y como la sociedad política encarnada en la ciudad, cuya “alma es la familia”. Desde la filosofía política, en cuanto ética social, podemos encontrar algunos de los aspectos configuradores de la paz social, en cuanto, elemento constitutivo del bien común político, bien o fin de la sociedad. Sin olvidar que la dimensión antropológica de la sociabilidad humana en clave filosófico política, tiene el nombre de amistad cívica, expresión de la unidad y vínculo de perfección entre los ciudadanos.

Sumariamente, cinco son los aspectos que configuran la paz social, desde una perspectiva filosófico política.

El primero, la verdad. Sin ella, no hay confianza. Y sin confianza, no hay comunidad posible. No hay posibilidad de deliberar y dialogar políticamente. Hoy, algunos políticos y medios de comunicación han sido cuestionados justamente por faltar a su papel de mediadores de la verdad. Lo mismo ocurre en las relaciones personales, incluso se ha incorporado lo que un político español ha acuñado de manera sorprendente, una ética de la mentira a nivel político.

El segundo, la justicia. Consiste en dar a cada uno lo que le corresponde. En Chile, este principio está debilitado: desde la imposibilidad de desplazarse libremente por la violencia, la falta de cumplimento y de hacer cumplir la ley. Más grave aún, la negación del fundamento de todo derecho: la vida. Hoy mismo, en el senado de la república, se está discutiendo la “ley” de la eutanasia. Como se ha dicho, la paz es el fruto de la justicia.

El tercero, la caridad. Porque la justicia y la verdad, aun siendo indispensables, nunca son perfectas. Somos seres limitados, y lo que falta debe ser completado por la caridad: ese vínculo de comprensión y perdón que hace amable la vida en común.

El cuarto, la libertad. Si ella está en entredicho, si la violencia nos impide realizar nuestras acciones más cotidianas, no puede haber paz social. Sin dejar de considerar que se ha naturalizado el que nadie es responsable de nada. Hacerse cargo de las propias acciones y las responsabilidades que conllevan hoy resulta una novedad.

La quinta, la seguridad. Para nadie es desconocido la pandemia de violencia, robos, asesinatos, crimen organizado, narcotráfico y terrorismo que ha infectado la salud de nuestra sociedad. Además, la confianza en las instituciones está por los suelos, por la carencia de hacer el trabajo bien hecho, con sentido de excelencia y espíritu de servicio.

La paz, en la filosofía clásica era entendida como la “tranquilidad en el orden”. Ese orden empieza en el interior de cada persona. No basta con decretos ni leyes; sin un carácter templado, justo, veraz, caritativo y libre, no habrá paz posible, el cual se fragua en la familia. Por ello, si no se considera a la familia como parte integrante y fundante de la paz social, será muy difícil alcanzar el anhelado bien de la paz.

La paz social, junto con la seguridad y la libertad son las condiciones de posibilidad para el despliegue y disfrute por parte de la persona, a través del trabajo, de todos los bienes materiales y espirituales a los que aspiramos. En el fondo, al fin o bien común de la sociedad política, que tendrá como premio, la paz y la alegría de vivir en sociedad.

Santiago del Nuevo Extremo, 03 de septiembre del 2025. San Gregorio Magno. Papa y Doctor de la Iglesia.

El Autor: Juan Carlos Aguilera P.
Dr. Filosofía y Letras. Universidad de Navarra.
Catedrático de Filosofía. Director de Empresas Familiares.
Fundador del Club Polites.
Contacto: 569 91997881.

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