Nicolás de Cusa, cardenal y filósofo del siglo XV, tituló una de sus obras más influyentes De Docta Ignorantia. Allí afirmaba que el saber humano, por vasto que sea, siempre es limitado ante la inmensidad de la verdad. La verdadera sabiduría consiste en reconocer la propia ignorancia y no en eludirla con soberbia. Traigo esta referencia clásica porque la situación política de nuestro país parece haber invertido el sentido de aquella reflexión. Asistimos a una docta ignorancia que no ilumina la verdad, sino que oscurece la política con presunciones ideológicas.
Un episodio reciente lo ilustra a cabalidad. El informe del Banco Central, un organismo autónomo y técnico, advirtió los efectos negativos de dos políticas emblemáticas del gobierno actual — la reducción de la jornada laboral a 40 horas y el aumento sostenido del salario mínimo— sobre el empleo, en particular sobre el femenino.
Frente a esta advertencia fundada en datos y proyecciones, el presidente Boric, en vez de ponderar con prudencia, desestimó el informe, criticando la labor de la institución que encarna uno de los pilares de la institucionalidad económica chilena.
Lo preocupante no es sólo la discrepancia, natural en el debate público, sino el desconocimiento técnico de quien, por su investidura, debería ser el primero en valorar la autonomía de un órgano del Estado.
Un presidente que relativiza la voz del Banco Central arriesga debilitar la confianza en un legado institucional que ha protegido al país de vaivenes ideológicos y de crisis más profundas, incluyendo la demagogia y el populismo que reparte pobreza. El Banco Central no emite opiniones; entrega diagnósticos con evidencia empírica, modelos y series históricas. Ignorarlo equivale a cerrar los ojos ante la realidad económica y, peor aún, a pretender que el voluntarismo político basta para doblegar los hechos.
La paradoja es evidente. Las políticas presentadas como conquistas sociales, en nombre de la justicia y el pueblo, terminan erosionando las oportunidades laborales de aquellos mismos a quienes se buscaba ayudar.
El empleo femenino, tantas veces proclamado como prioridad, es uno de los primeros en resentirse. ¿Qué justicia hay en una política que expulsa del mercado laboral a quienes más necesitan trabajar?
Aquí radica la verdadera docta ignorancia de nuestro tiempo: la creencia de que el conocimiento técnico puede ser reemplazado por consignas, y que el poder político puede ignorar la institucionalidad sin costo. No es sabiduría reconocer la limitación del saber, como lo recordaba Nicolás de Cusa, sino desconocimiento deliberado de la ciencia económica, disfrazado de audacia presidencial.
El respeto a la institucionalidad no es un capricho de técnicos ni un freno burocrático, sino una garantía del bien común. La política tiene límites, y uno de ellos es la humildad ante la verdad que revelan las instituciones y los datos. Sin esa humildad, la autoridad se convierte en arbitrariedad, y el discurso en ideología vacía. La prudencia política exige reconocer que hay saberes que trascienden el voluntarismo, y que la búsqueda del bien común se funda en la verdad de las cosas, no en la sofistica del momento.
La docta ignorancia de Nicolás de Cusa abría al misterio de la verdad infinita; la docta ignorancia de nuestra política actual cierra los ojos a la evidencia finita de la economía. Una conduce a la sabiduría, la otra al empobrecimiento de un pueblo que merece ser gobernado con ciencia, virtud y respeto por las instituciones.
Santiago del Nuevo Extremo, 17 de septiembre del 2025. San Roberto Belarmino. Obispo y Doctor de la Iglesia.
Nota:
Las entregas de Polites News, no son artículos académicos, sino escritos de divulgación para un público general, que no siempre tiene acceso a las discusiones y autores que inspiran muchas de las ideas en boga.
El Autor: Juan Carlos Aguilera P.
Dr. Filosofía y Letras. Universidad de Navarra.
Catedrático de Filosofía. Director de Empresas Familiares.
Fundador del Club Polites.
Contacto: 569 91997881.
